El Embeleso. La Mirada del Amor

Todos podéis comprender lo importante que es en nuestra vida saber alimentarse de la belleza, saber buscarla entre todo lo que nos rodea. Es importante para nuestra confianza, nuestra autoestima y también para nuestras relaciones, al orientar nuestra sensibilidad hacia el percibir lo bello que puede haber en todo y especialmente en nuestra pareja. La mente es una máquina asombrosa que es capaz de encontrar razones para cualquier cosa que le encarguemos. Si miras a tu pareja y le encargas a tu mente que busque razones para estar cabreado, te encontrará una buena lista de argumentos. Si le encargas que encuentre razones para estar contento, también encontrará razones para estarlo. En toda realidad hay siempre dos caras y un mismo hecho visto por un optimista, tiene siempre un aspecto positivo y visto por un pesimista, tiene un aspecto negativo, aunque el hecho no varíe. Con todo esto solo quiero “abrir” la posibilidad de que una misma cosa puede ser vista desde perspectivas diferentes. Más allá de la dualidad La Mirada del Amor no es la mirada del ingenuo que sólo ve lo bonito de lo que desea y no la realidad. Es una mirada que trasciende la dualidad para ver la luz que da origen a las formas. Una forma de mirar que puedes cultivar y entrenarte. Una forma de mirar esencial en el Tantra y en la Vida. Seguro que alguno habréis leído en alguna parte, que en los rituales sagrados hay que ver a nuestro amante no como la persona que es sino como la divinidad que también es. Esta es precisamente la Mirada del Amor de que os hablo y para entenderlo os pondré un ejemplo: El Embeleso Imaginar una madre contemplando a su hijo recién nacido o a un enamorado contemplando a su amante dormida. Ambos miran absortos, embelesados, recreándose simplemente en esa contemplación, en esa dicha que sienten, en esa belleza de la vida expresada a través del bebé o de la enamorada. Tratar de poneros en esa situación para comprenderlo bien. Ambos son felices en la simple contemplación. Están abstraídos, no hay pensamientos, no hay deseos, no hay intercambio emocional por que los otros dos: enamorada y bebé están dormidos y son totalmente pasivos. Quiero señalar que en estas dos imágenes no hay acción, nadie hace nada, ni el bebé ni la madre, ni el que contempla ni la amante contemplada. No hay acción pero tampoco hay distracciones, no hay otros pensamientos que turben el hecho puro de la contemplación, del embeleso, no hay otra cosa más que esa pura y profunda sensación de paz y felicidad sin nombre, motivada simplemente por contemplar algo que inspira belleza, dicha y satisfacción. Ambos en su contemplación trascienden el tiempo y están envueltos en un campo de energía que les afecta positivamente y les hace felices sin que aparentemente suceda nada. Un estado del Ser: Mirar desde la luz del corazón para ver la luz de la Vida Esta es la Mirada del Amor. Una forma de mirar y a la vez un estado del ser. Un estado que puede ser quebrantado en cuanto se produzcan pensamientos. La madre puede comenzar a preocuparse por cómo alimentará a su hijo, o el enamorado inquietarse por lo que hará cuando ella se despierte. Tan solo con esos pensamientos que turban y distraen, ambos pierden la gracia que les acompaña. Es por lo tanto un estado muy frágil del que podemos salir con mucha facilidad. El entrenamiento está no solo en aprender a mirar sino en mantener la mirada. ¿Dónde esta la clave? En comprender qué cosa les hace felices a la madre y el amante que están mirando embelesados, en comprender qué produce su felicidad. Si se los preguntamos a ellos seguramente que no sabrían la respuesta y ése es el problema. No saben qué causa su felicidad, quizá crean saberlo pero no lo saben en realidad. No es simplemente el mirar a su bebé o a su amante porque otras veces los han mirado sin experimentar esa dicha, incluso los amantes pueden mirarse recordando la pelea de ayer, o la madre puede mirar a su bebé y cabrearse porque está llorando mucho. No es que los miren la causa de su embeleso es cómo los miran y sobre todo, qué ven. Cuando el amante y la madre miran con embeleso, sin pensamientos, más allá del tiempo y del espacio y recreándose en la gracia, miran en realidad desde la luz de su corazón y no ven otra cosa más que la luz. No ven a su bebé, ven la luz que hay en su hijo. No ven a su amada, ven la luz que ha forjado su amada. La Mirada del Amor es mirar desde la luz del corazón y ver la luz que a todos nos ha creado. Ellos no lo saben pero el místico que se embelesa contemplando una puesta de sol, sabe que es feliz no por la belleza del juego cromático de los colores sino porque está contemplando la belleza de Dios. El místico vería lo mismo contemplando un paisaje, el bebé o la amada, en todo vería la luz del espíritu, vería la belleza de la creación. Su mirar es más consciente y por eso puede perpetuarlo a voluntad. Puede embelesarse siempre que quiera y en la contemplación de cualquier cosa porque está en contacto permanente con la belleza divina. El enamorado y la madre no lo saben y por eso, de la misma forma que le viene esa gracia, también se les va; pero si lo supieran podrían comenzar a cultivar conscientemente ese don, esa capacidad para alimentarse de la belleza de la vida. Entonces para el amante es muy fácil ver a la diosa en su amada y sentir ese amor emocionado tan necesario para el sagrado ritual, tan necesario para alcanzar juntos el éxtasis prometido. Hay técnicas, hay cosas que puedes hacer para entrenarte y es lo que enseñamos en la escuela, pero fundamentalmente es una actitud ante la vida, es una orientación de la conciencia, es un instalarse en el corazón, entonces es cuando puedes mirar desde la luz, entonces es cuando puedes ver la luz. Y ver la luz desde la luz, no es cerrar los ojos, no es ser ajeno a la dualidad, no es ocultar las sombras para ver solo el reflejo de la luz, es verlo todo y sentir que, más allá de la dualidad, la Luz del Amor lo llena e integra todo. No es una mirada débil e ingenua, es una mirada fuerte y comprometida con la luz y la belleza. Cuando eres capaz de ver así encuentras belleza en todo, encuentras y sientes todo el gozo y toda la gracia que la Vida puede darte.

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