Súbete a un lugar alto, a la Montaña de tu Conciencia, y obsérvate a ti mismo, como un personaje de ese conflicto.
Desde allí, intenta ponerte en la situación de que tú no eres quien lo vive, eres quien lo observa.
Desde arriba, tú eres la Conciencia, eres El Observador.
Quien está abajo es el hombre o la mujer que eres, el ser humano que sufre, goza, acierta y se equivoca.
¿Y quién está frente a ti?
Alguien que amas, pero también un ser humano como tu. También tiene sus heridas.
Intenta comprender las suyas y sus razones, para que comprenda las tuyas y tus razones.
Tendrá distintos temores, pero tiene miedo como tú.
Tendrá diferentes heridas, pero carga su mochila, como tú.
Cuando está triste, no puede alegrarte. Como tú.
Cuando está cansado, no puede ayudarte. Como te pasa a ti.
Si algo te duele, solo escucharás tu dolor. Si algo le duele solo escucha su dolor.
Si algo le asusta, sólo verá su temor. Como tú.
Sufre como tú, con vuestro desencuentro,
goza, como tú, con vuestro encuentro.
A veces sois grandes, como dioses,
y otras, niños, heridos y pequeños.
Cuando eres niño y débil,
añoras tanto que ella sea grande, y te de todo su apoyo.
Cuando ella es frágil y tiene miedo,
añora tanto el tuyo.
Nadie es culpable de nada
Cada uno hace lo que puede,
trabaja la energía como sabe.
Cada uno es responsable de quien es,
de mirar por sus intereses,
como tú por los tuyos.
El único conflicto posible
está en el desequilibrio,
en la falta de armonía,